Aupa Zuek! «Entendía el trabajo como mi negocio, quería que las cosas salieran bien»

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Aupa Zuek! «Entendía el trabajo como mi negocio, quería que las cosas salieran bien»

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Con el corazón lleno de recuerdos y la satisfacción de una carrera bien vivida, Anabel Velasco Belaza (nacida en 1957 en Bilbao) se retira después de un cuarto de siglo entre los fogones. Desde sus inicios en Salesianos Deusto, donde pasó una década cocinando, hasta sus últimos años en el comedor de Salesianos Barakaldo, Anabel ha sido testigo del crecimiento y la evolución de Askora, la empresa que se convirtió en su segundo hogar.

Para Anabel, la cocina no solo ha sido su trabajo, sino su pasión y su refugio en momentos difíciles. “Mis inicios coincidieron con tiempos difíciles en mi vida, y la cocina se convirtió en mi salvación”, confiesa con emoción. “Me estrenaba como cocinera y quería demostrar que podía hacerlo. Ponía todo el empeño del mundo para que todo saliera bien y estar siempre a la altura”. Siempre intentando mejorar y superarse, Anabel dedicó 5 años a compatibilizar el trabajo con formaciones de cocina que le llevaron a perfeccionar sus técnicas. “Entendía el trabajo como mi negocio, quería que las cosas salieran bien”.

La conexión de Anabel con Askora va más allá de lo profesional. Desde el primer día, sintió una afinidad personal con el equipo directivo y un profundo sentido de pertenencia a la empresa.

Aunque lleva cinco meses retirada, Anabel sigue activa y comprometida con su pasión por la cocina. Recientemente, ha colaborado en unas jornadas de cocina para la escuela de diseño Kunsthal de Bilbao, impartiendo un taller de cocina tradicional junto a una compañera jubilada y del barrio. “El taller consistía en enseñar a un grupo de 14 alumnos y alumnas las técnicas básicas de cocina tradicional. Desde los hábitos de compra de productos, hasta el cocinado para 200 personas”. Unos talleres que ponían en valor el cuidado de la selección de productos y proveedores, un valor intrínseco que ha aprendido en su paso por Askora.

El viaje de Anabel es una historia de superación y pasión que inspira. Desde aquel primer día de trabajo, enfrentando el miedo mientras cocinaba para 25 personas, hasta impartir un taller que alimenta a 200, su progreso es asombroso. Aunque ya no tiene horarios que cumplir, Anabel se siente “ocupada” con actividades que llenan su vida. Desde paseos hasta gimnasia de mantenimiento, y viajes que la llevan a lugares como Barcelona, Roquetas de Mar y pronto, a Mallorca. También nos revela un secreto: “Cuando más disfruto es cuando veo programas de cocina. Me encanta la cocina, y no me importaría participar y colaborar en este tipo de talleres para mantenerme activa”.

Anabel cierra esta etapa con un valioso mensaje para las generaciones venideras: la importancia de la dedicación y la capacidad de esfuerzo en el trabajo. Para ella, la cocina no solo ha sido un aprendizaje, sino también un descubrimiento y una fuente de alegría que desea que otras personas también puedan disfrutar. Sin duda, un ejemplo inspirador de cómo vivir una vida plena y apasionada.


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